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Caos patrimonial en la ciudad centenaria

 “Hoy, cerca del centenario de la cantonización, cabe pensar si estos espacios patrimoniales necesitan, decididamente, ser intervenidos, recuperados y que puedan tener un uso para la interpretación del Manta de hoy.” 

Libertad Regalado
Vladimir Zambrano 


De acuerdo a los registros de casas patrimoniales en el SIPCE (Sistema de Información del Patrimonio Cultural Ecuatoriano), Manta cuenta con varias edificaciones consideradas dentro de esta clasificación. Para tener un acercamiento más preciso se buscó información sobre estas casas en libros antiguos.
En el libro “Manabí a la vista”, del padre Juan Ceriola, editado en 1913, se encontraron fotografías de esa Manta, que traslada a sus primeras edificaciones las actividades comerciales del momento, los productos de exportación, como: cacao, tagua, caucho, cueros, café, almidón, y una de las labores que con el pasar de los años se perdiera: la pesca de conchas de perla.


La Casa Tagua en Manta, del libro Manabí a la vista de Juan Ceriola en 1913.


El paso del tiempo no perdona el abandono a los que se encuentran sometidos estos espacios, que en otrora lucieron sus portales, ventanales y sus salones adornados con las luces de fiesta. Edificaciones que hablan de la bonanza de esas épocas, en que los pueblos se abrían paso buscando cambiar su denominación de parroquia a cantón, para alcanzar mejores oportunidades para el desarrollo cultural y económico.
En este año que se está a las puertas de celebrar los cien años de cantonización, se observa a la Casa Tagua, una de las edificaciones más representativas de las primeras décadas del siglo XX, que estuvo como proveedora de materia prima para los botones, tanto del mercado estadounidense como de los uniformes de los militares alemanes, en la primera como en la segunda Guerra Mundial.
Con indignación se puede constatar el terrible abandono de una parte de esta edificación, que pertenece al IESS, que ahora está convertida en un basurero, cayéndose a pedazos ante la mirada indolente de quienes tienen la competencia del Patrimonio Cultural y están frente a la edificación.


Libertad Regalado y Vladimir Zambrano, en los exteriores de la hoy destruida Casa Tagua, antigua clínica del IESS, en la Avenida 4 y Calle 8 de Manta.

Surgen varias preguntas, que ojalá tengan contestación:

  • ¿Sabrán que cuando se registra un bien patrimonial, hay acciones que deben realizarse?
  • ¿Se creerá que con el registro ya se soluciona los problemas de abandono y deterioro de estas casas?

En la búsqueda del registro de esta importante casa patrimonial, se encuentra, como parte del inmueble, nominado como “Antigua clínica del IESS”. En su descripción solo se habla de la importancia arquitectónica; en el momento del registro se olvidaron sus orígenes.

Después de mediados del siglo XIX, los alemanes -quienes navegaban en barcos mercantes por las costas sudamericanas- utilizaron el fruto de la tagua, abundante en Manabí, como balastro en los cascos de las embarcaciones para ayudar a estabilizarlas y evitar el desplazamiento de la carga durante el viaje de retorno a Europa.

De forma accidental, ya en el puerto de Hamburgo, Alemania, observaron al marfil vegetal y se dieron cuenta de la posibilidad de tallarlas, y que uno de sus principales usos sean los botones para la importante industria textil europea.

Publicidad de casas de comercio por mayor e industrias de la época, también del libro Manabí a la vista (1913).  


Los registros reportan las primeras exportaciones de tagua desde Manabí en 1864. A finales del siglo XIX los alemanes deciden construir las Casa Tagua en Manta, Bahía y Esmeraldas, para generar su acopio y exportación. En Manta se edificó el inmueble en 1898, en lo que es hoy la Avenida 4 entre calles 7 y 8. En 1929 las exportaciones de la fruta superaban las 25 mil toneladas anuales.

Los eventos de la Segunda Guerra Mundial y el aparecimiento de los polímeros plásticos a partir de 1950, en reemplazo del uso de la nuez de la palma, debilitaron gradualmente su exportación.

Ricardo de la Fuente, en su novela “Tagua, una aventura de ultramar” describe de forma magistral y con lujo de detalles lo que significó esta casa comercial para el despunte de la entonces parroquia de Montecristi, y los procesos de industrialización que vivió Manta.

Hoy, cerca del centenario de la cantonización, cabe pensar si estos espacios patrimoniales necesitan, decididamente, ser intervenidos, recuperados y que puedan tener un uso para la interpretación del Manta de hoy; y que de momento sean rescatados de su triste estado como lugares de acumulación de basura, ruina y decadencia en pleno centro de la ciudad, encaminándose a su destrucción ante la mirada pasiva y esquiva del vecino edificio de la Alcaldía y de la administración del IESS, dueño de la casa patrimonial.






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