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Entre la silla manteña y el arte del tejido en Nueva York

A pocos meses de mi llegada a Nueva York, tuve la oportunidad de conocer a Danny Rivera, tío de mi esposa Lorena, un mantense con hábiles artes en sus manos, quien ha residido y trabajado en esta ciudad durante más de cinco décadas. Durante nuestro primer encuentro, me presentó fotografías de sus obras, entre las que se destacaban sillas tejidas con fibra vegetal; varias de ellas me recordaban a las piezas confeccionadas de mimbre en Montecristi.


Danny, originario del centro de Manta, emigró con sus padres a Estados Unidos en 1969, a la edad de 19 años, estableciéndose en el Bronx, Nueva York. Inicialmente intentó enlistarse en el ejército estadounidense, que buscaba soldados para Vietnam, pero no avanzó en el proceso. Posteriormente, se integró a un taller de fabricación y reparación de muebles y sillas, donde elaboraban tejidos en cáñamo, aplicando sus conocimientos como aprendiz de carpintero, adquiridos previamente con su padre, Abdón Rivera.


Su padre tenía un taller de carpintería en la ciudad natal, y luego Danny perfeccionó su oficio cuando cursó el colegio técnico Luis Arboleda Martínez. Su abuelo paterno, don Felipe Rivera, provenía de la comuna de San Lorenzo y se había establecido en Manta desde la década de 1920 como constructor de viviendas, llegando a ser propietario de extensos terrenos donde actualmente se ubica el mercado central. Por su parte, su abuelo materno, Hilario Alvia, era natural de Santa Rosa, una población rural y costera más al sur del cabo de San Lorenzo, quien se dedicaba a la siembra y comercio de los productos de la zona.


El hábil joven Danny aprendió muy pronto en el taller de Nueva York a tejer en fibra vegetal bajo la instrucción inicial de un maestro chino, un anciano no vidente que, con el tacto, sabía cuántas cruces de tejido eran necesarias para lograr un resultado armónico y consistente. El propietario del taller gestionaba un almacén de venta y reparación de muebles y sillas tejidos a mano, con amplia trayectoria y prestigio en la ciudad, que había abierto sus puertas en la ciudad desde 1886. La empresa consolidó su reputación gracias a la elaboración manual de tejidos y a la producción de piezas personalizadas. El establecimiento atendía a distinguidos clientes locales, quienes confiaban la reparación de sus muebles o solicitaban sillas y conjuntos para sus lujosas viviendas. 

Danny me mostró más fotos de sus trabajos, y cuando le pregunté el precio, respondió: "400 dólares por silla". "¿Por qué tanto?", pregunté, aún sorprendido por los precios en Nueva York. "Es por el carácter único de la silla y el tiempo invertido en el tejido a mano", me explicó, añadiendo que los dueños del negocio conocían muy bien el ambiente de clientes dispuestos a pagar por el trabajo. Quedé asombrado y pensé enseguida en los artesanos de Montecristi vendiendo sus muebles de mimbre en las avenidas de Nueva York. 

 

Foto 1: Trabajos de tejidos de muebles en taller NY. Foto cortesía Daniel Rivera.

En esa ocasión, mientras Danny me exponía su relato, se acercaba la fecha de un evento en el que varias personas oriundas de Manta participaríamos en una actividad organizada por el periodista David Ramírez, manabita con amplia trayectoria en Nueva York. El propósito del evento era destacar la relevancia de un objeto arqueológico representativo de la cultura manteña en esta ciudad: una silla de piedra en forma de U, actualmente expuesta en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. 

Efectivamente, días después de nuestro diálogo, el acto tuvo lugar en agosto de 2024 con la intervención de autoridades municipales, organizadores e invitados especiales. Entre ellos, el discurso de Kar Atamaint Wamputsar en calidad de cónsul ecuatoriano en Queens, Nueva York, cuyas palabras me hicieron reflexionar sobre mi reciente encuentro con Danny. Sabía de antemano que la intervención de Kar iba a abordar el tema desde una perspectiva decolonial y una visión histórica centrada en los pueblos ancestrales. Kar Atamaint es miembro de comunidades autóctonas de la Amazonía, con estudios en antropología y relaciones internacionales; con él habíamos coincidido en clases de investigación social, y yo había tenido la oportunidad de escuchar sus exposiciones.


Foto 2: Agosto, 2024. Izq. David Ramírez, organizador del evento, Der. Roberto Lebrón, anfitrión American Museum Natural History. Foto archivo VZ.

Kar señaló que, ciertamente, las sillas de piedra en U son objetos admirables y muy sobresalientes por su arte lítico ancestral (500-1500 d.C.), pero cuestionó a los presentes acerca del reconocimiento de igual manera a los individuos que las tallaron. Sus palabras me hicieron reflexionar sobre un debate que existe en el arte: entre la obra y el autor; si podemos entender las obras de arte fuera del autor o debemos entenderlas siempre ligado a su creador. Pensé también en el debate entre los términos que definen qué es artista y qué es artesano, qué es arte y que es artesanía, donde quienes impulsan este debate indican que lo concebido como ‘artesanos’ y ‘artesanías’ ha sido una forma de masificar a los individuos que hacen arte con sus manos, especialmente cuando estos provienen de contextos no occidentales, rurales o indígenas. Mientras escuchaba a Kar, pensé en cuánto apreciamos con fascinación a las artesanías de cerámica antiguas, a los monumentos de piedra exhibidas en los museos, guijarros y esculturas de los pueblos ancestrales, y me pregunté qué tanto en nuestras sociedades latinoamericanas estimamos a los individuos que las elaboraron, en reconocerlos hoy en sus descendientes en sus espacios territoriales, en medio de una sociedad mayoritariamente mestiza que tiende a excluir a lo distinto a sí misma, a los indígenas y a las minorías.

Foto 3: Agosto, 2024. Participantes del evento en AMNH. Izq a Der. Vladimir Zambrano, concejal GAD Manta Luis Guevara y cónsul Kar Atamaint. Foto archivo VZ.

Al terminar el acto, miré fijamente la Silla Manteña en la vitrina del museo. Quise ver más allá de sus detalles artísticos. Recordé las publicaciones que describen estas sillas con bases antropomorfas y zoomorfas que, según uno de sus estudiosos, el arqueólogo escocés Colin McEwan, las unas eran para caciques y jerarcas, y las otras para chamanes, respectivamente. Esa silla de piedra había llegado al museo de historia natural de Nueva York gracias al profesor Marshall Saville, un destacado arqueólogo y etnólogo estadounidense, quien exploró la costa ecuatoriana entre 1906 y 1908, y publicó Las Antigüedades de Manabí, Ecuador, Vol I y Vol II (1907 y 1910). Saville reportó que la mayoría de estas sillas se encontraron en los cerros de Hojas y Jaboncillo, otras en los cerros Jupe y Agua Nueva, y unas cuantas rotas, idénticas a las del cerro Jaboncillo, las hallaron en el sitio El Aromo-Pacoche denominado distrito La Roma por el arqueólogo y su equipo. Posteriormente, nuevos estudios, entre ellos los de McEwan identifican en Agua Blanca, cantón Puerto López, la presencia de las sillas de piedra en U. Los informes de Saville, de inicios del siglo anterior, indican que la evidencia mostraba que numerosas sillas habían sido retiradas o destruidas durante un período extenso de tiempo antes de iniciar sus excavaciones.

PDF Descarga: Mapa recorrido Marshall H. Saville costa ecuatoriana. Fuente Vol. II The antiquities of Manabi, Ecuador (1910).

El Aromo es una localidad rural ubicada al suroeste de Manta, en la vía hacia el cabo de San Lorenzo. En el Volumen II de su obra, Saville presenta un mapa geográfico que marca los hitos de su recorrido por la costa y asigna a la ubicación actual de El Aromo, como ‘distrito La Roma’. Esta denominación se debe, posiblemente, a que, al transcribir el nombre de la localidad para su informe, aparentemente empleó la pronunciación inglesa de ‘El Aroma’ que escuchó de los habitantes locales, lo que derivó en la escritura ‘La Roma’ debido a la similitud fonética en español. 


Foto 4: Mapa descriptivo de M. Saville (1910), cantón Manta, sitio La Roma (El Aromo). Fuente: The Antiquities of Manabí, Ecuador. Vol. II (1910).

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Foto 5: Sitios Arqueológicos en el cantón Manta. El Aromo. Fuente INPC (2018).


Foto 6: Fotografías del distrito La Roma (El Aromo-Pacoche). Fuente: The Antiquities of Manabí, Ecuador. Vol. II, lámina IX (1910).

Las investigaciones de Saville muestran que el antiguo Jocay, Manta, tenía una conexión directa con los corrales encontrados en El Aromo-Pacoche, distrito La Roma, donde elaboraban las sillas de piedra en U, y estas a su vez tenían relación con las sillas de piedra elaboradas en Hojas y Jaboncillo. Saville indica que “En la zona húmeda [Pacoche] se encuentran extensos restos de asentamientos antiguos, como lo demuestran los corrales. No supimos de su existencia en la región árida [El Aromo]. En las cercanías de los corrales, vimos varios asientos de piedra rotos idénticos a los encontrados en el cerro Jaboncillo. Eran de tipo figura humana y animal”. La historiadora Tatiana Hidrovo sugiere lo mismo en su publicación Tras las huellas de la ciudad de los cerros (2016) indicando que “De acuerdo, a la colección del Museo del Indio Americano [Washington D.C., EE. UU.], formada por las piezas trasladadas por Saville, (…) cuatro sillas más fueron localizadas en la zona de Manta posiblemente La Roma”. 



Foto 7: Silla de piedra procedente del cantón Manta en Museo del Indio Americano - Washington D.C. Fuente: https://americanindian.si.edu/collections-search/object/NMAI_394036








Foto 8: Fragmento de silla de piedra procedente del cantón Manta en Museo del Indio Americano - Washington D.C. Fuente: https://americanindian.si.edu/collections-search/object/NMAI_394035


Foto 9: Figura de piedra de hombre sobre la silla en U de altura de 42 cm, procedente del cantón Manta en Museo del Indio Americano - Washington D.C. Fuente: https://americanindian.si.edu/collections-search/object/NMAI_394034

Saville, además, reporta que estelas de piedra, labradas en bajo relieve, se encontraron en La Roma. Las estelas de piedra junto con las sillas en U fueron los trabajos más destacados en el arte lítico por los manteños.

Foto 10: Estelas de piedra de Cerro Jaboncillo y La Roma (El Aromo-Pacoche). Fuente: The Antiquities of Manabí, Ecuador. Vol. II, lámina LIII (1910).

En la ruta de El Aromo a San Lorenzo se encuentra la población de Ligüiqui, una comuna del cantón Manta situada junto al mar, reconocida por el testimonio de sus ancestrales corrales marinos de piedra utilizados para la pesca pasiva. Estos corrales, que forman parte de un complejo pesquero de aproximadamente seis kilómetros de extensión, representan la estructura de este tipo más grande de la América prehispánica y la mayor conocida en el mundo hasta la fecha. Otros corrales marinos de piedra también los hay a 100 km al norte de Ligüiqui, en el sitio cabo Pasado, en Canoa, San Vicente. Los arqueólogos que han estudiado estas construcciones indican que fueron realizadas por la cultura manteña entre los siglos VIII y XVI. La cultura manteña ha sido definida por arqueólogos e historiadores como una confederación o liga de mercaderes asentados a lo largo de la costa de Manabí y Santa Elena, que en embarcaciones marítimas de balsa pudieron surcar el Pacífico para llegar al sur de Perú y a México para comerciar e intercambiar sus productos, entre ellos las conchas Spondylus, cerámicas, productos vegetales, hachas-monedas de cobre y los tejidos que realizaban, de algodón y de fibras vegetales. 

Actualmente, en dicha zona, conocida como la Ruta del Spondylus, las comunidades locales continúan empleando fibras vegetales en la confección de mantas, cestería, asientos, y así mismo los sombreros elaborados con paja toquilla. Esta tradición es documentada por Libertad Regalado en su publicación Las hebras que tejieron nuestra historia (2010), cuyo documental se exhibe en el Centro de Formación Artesanal de Pile, una población ubicada más al sur de Santa Rosa sobre la misma ruta, que se especializado en el arte del tejido fino de sombreros de toquilla.

La historiadora Maritza Aráuz, en una publicación acerca del indigenismo en Manabí, publicada en el año 2000, señala que en 1630 arribó a la provincia un criollo llamado Francisco Delgado, quien, al observar la destreza de los nativos en el manejo de la fibra de palma para la elaboración de envolturas y cobertores, concibió la idea de fabricar "tocas" para cubrir la cabeza. Este hecho propició la difusión del uso de sombreros, siendo los confeccionados con la paja más delicada tan finos que podían guardarse en un bolsillo. Las denominadas "toquillas", diminutivo de "tocas", tuvieron su origen en Jipijapa y Montecristi, poblaciones ubicadas respectivamente a 70 km y 30 km de El Aromo-Pacoche.

En la actualidad, las comunas de El Aromo, Ligüiqui, San Lorenzo, Santa Rosa, Pile y otras localidades cercanas preservan en su población la tradición de producir sombreros de paja toquilla y otros artículos afines. Además, en Montecristi subsiste la elaboración artesanal de artículos hechos con fibra vegetal, tales como petates o hamacas de mocora, sillas y muebles tejidos en mimbre, junto con los emblemáticos sombreros.

El discurso de Kar, las sillas de piedra y los registros de Saville en El Aromo me llevaron a pensar en Danny y sus abuelos, originarios de San Lorenzo y Santa Rosa. Decidí reunirme con él nuevamente para escuchar más sobre su trabajo. 

En una reunión posterior, Danny me relató que trabajó durante cerca de 40 años en el mismo taller de tejidos y sillas, donde atendieron a diversas personalidades, incluida a la popular presentadora Martha Stewart, una empresaria millonaria del sector televisivo con numerosos productos licenciados bajo su nombre. Stewart visitó el almacén para restaurar el tejido de sillas antiguas de su propiedad, cuyos diseños eran comunes en los siglos XVIII y XIX, y solicitó ser atendida por el mejor artesano disponible. De este modo, conoció a Danny, el mantense que ejercía su arte manual en Nueva York, y decidió realizar un reportaje sobre su trabajo para el programa de televisión Martha Stewart Living, que contaba con una audiencia semanal estimada entre 5 y 6 millones de espectadores (Yorkville Caning, Inc featured on Martha Stewart Living). Esto ocurrió en 1998 y, posteriormente, en 2018, Stewart publicó sobre su reciente visita al taller y hace un recordatorio sobre el programa.

Unas semanas antes del Día de Acción de Gracias, decidí que dos de mis sillas de comedor antiguas necesitaban ser reencordadas. El encordado es un método para tejer asientos de muebles utilizando la brillante piel o corteza interior de la planta de la palma de ratán (Calamus Rotang). El ratán es originario de Indonesia, Filipinas y Malasia. Envié las sillas a Yorkville Caning Furniture Repair Inc. en la ciudad de Nueva York, una empresa con 132 años de antigüedad especializada en encordado manual tradicional, encordado manual francés, encordado a máquina, entablillado y reparación de mimbre. Llevé mis sillas a Yorkville por primera vez hace más de 20 años y las presenté en mi programa de televisión, "Living". Los dueños, junto con el artesano Danny Rivera, cuidaron mis sillas con esmero y terminaron el trabajo justo a tiempo para el Día de Acción de Gracias. (Caning Two of My Antique Chairs - The Martha Stewart Blog)



Danny Rivera en el taller en NY. Foto blog Martha Stwart.


En el reportaje de televisión, como luego en el blog, se describe con detalle la labor manual de Danny, y pone en relieve su arte y habilidad en el tejido ancestral. Stewart destaca la precisión, el cuidado y la dedicación de Danny al usar técnicas tradicionales como el caning manual agujero por agujero. Danny se queda con los halagos de Martha Stewart y el taller continúa aumentando el prestigio de su tienda de clientes exclusivos de la Gran Manzana.


Danny Rivera en el taller en NY. Foto blog Martha Stwart.

Relato esta crónica en honor nuestros tejedores manabitas en la persona de Danny Rivera, un artista del tejido en fibra vegetal, cuyas manos llevan el ADN de los pueblos ancestrales que tallaron piedras, tejieron fibras y navegaron con ellas junto con la Spondylus a tierras lejanas. A Danny lo condujo en Nueva York la fuerza de la historia sobre su piel trigueña y los rasgos del mantense profundo, que debido al fenómeno de la migración lo ubicó en esta ciudad como un artista manual calificado, y uno de los mejores en su género por estas latitudes.

Termino estas líneas en mi mesa, mirando una réplica pequeña de la Silla Manteña que traje de Manta a mi nuevo hogar en Nueva York. También observo la silla de madera con tejido de fibra vegetal en la que me encuentro sentado, la cual conserva vestigios del trabajo realizado por Danny, y con ello las huellas una ancestral historia.



Por Vladimir Zambrano Galarza

vladichzg@hotmail.com  

Nueva York, 08 de agosto del 2025



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